miércoles, 3 de octubre de 2012

(Rulo)



El rulo tiembla y no es
la poesía que leo sino
los pies que caminan
sobre el Manzanares.

Desembocan las nubes
en la ciudad intangibles
meandros de aire son
las vente y veinte.

Se cruza conmigo
la mirada de antaño 
hecha padre los ojos
de su hijo preguntan
qué me ha pasado.

La ciudad se embadurna
con nubes de aire naranja y
luz amarilla en el agua y
el cielo huele a violeta.

Podría ser un milagro.

El temblor y la noche
de la que huyen los pasos
hacia sus casas.

Mientras yo escucho dioses
con escafandra y me asombro
de que nadie en este rulo que gira
metálico se asombre
por la explosión de esta tarde
de belleza cotidiana.

Me incorporo y escupo 
al río que me separa salto
por encima
de la gente que corre.

Yo también
me voy a casa.


2 comentarios:

  1. Precioso tu poema de hoy, Jose.

    Sí, es asombroso el poco asombro que provoca en la gente, en general, la belleza de una tarde, de un crepúsculo, de un amanecer... La gente corre, no sonríe, no ve, pasa con sus preocupaciones a la espalda, con su prisa...

    Te dejo mi abrazo.

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  2. Vivimos deprisa y es lo que hay. Pero en ocasiones es maravilloso detenerse. Contemplar. Y si surge escribirlo. Un abrazo Soco.

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