sábado, 10 de diciembre de 2016

Y por fin, el libro...

Vuelvo a esta que tanto tiempo fue mi casa, que lo sigue siendo aunque no la habite, para dejar algo.

Lo llevé conmigo allá donde fui como quien lleva una camisa invisible, o una prenda de ropa interior que solo uno conoce. Yo llevaba las hojas adheridas al cuerpo y hasta ahora no había sabido desligarlas. Despegarlas de mí y coserlas en un soporte que pudiera tocarse y leerse. 

Un libro. Yo llevaba un libro escondido en las pestañas y ahora vengo, a esta que es y fue todavía mi casa deshabitada, vengo aquí a depositarlo. Un libro que alberga la mirada y el tacto. Los aguanta. Los soporta. Lo dejo aquí en cualquier estantería cubierta de polvo. 

Me escucho respirar este pasado. Mi presente es otro. 

Mi presente es este libro que dejo aquí abierto y sus palabras.

Si queréis seguir su pista esta es la puerta: UNA GRIETA ENTRE TUS PIES



Gracias. Ante todo, gracias.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

FIN

Después de casi un año sin publicar nada aquí creo que ya es momento de cerrar este capítulo.

No se acaba, no, en absoluto, continúo en otra forma y distinta piel, pero el fondo es el mismo.

Esto no se acaba porque la poesía nunca se acaba.

Sólo es un hasta luego.

Gracias a todos los que en algún momento habéis pasado por aquí.

Os espero, si os apetece, en mi nueva casa.

No sé si este diario fue un buen o un mal ejercicio de poesía, pero sé que disfruté mucho haciéndolo. Me voy a explorar nuevos mundos. Espero encontraros en alguno de ellos.

Abrazos.

lunes, 30 de diciembre de 2013

(Noche de San Petersburgo)


AUDIO

He escrito con semen tu nombre en el metro 
que me sobra de sábana,
y he colgado mi catre a la luz 
de la luna hipnotizada de Diciembre.
He perdido en la cocina el recuerdo
del gato que nunca tuve,
y he tratado de suicidarme 
comiendo chino con pinzas
de tender la ropa.
He compartido caladas 
de polvo con la aspiradora,
escuchando el crujir de las grúas
varadas del puerto.
Le he devuelto tu tanga a la vecina, 
cuando vino a pedirme sal, y acabamos 
descorchando servilletas.
Ha decidido mudarse y yo
no tengo claro qué hacer
con tu perro y sus enseres.
He disparado a un jilguero con maíz
resistente al microondas,
y he frotado su cuerpo frágil 
y lánguido por mis ojos.
He montado un gabinete astrológico
para poder llamar y que me digan
cuando amanece.
Tengo sangre de pájaro 
en la comisura,
y una lista de tareas 
en el frigorífico.
El puerto ruge tras la niebla,
maullando insistente góndolas
y petroleros.
Sonidos que se cuelan nostálgicos
en mi noche de San Petersburgo.
Yo soy un hombre derecho
que se calza su bufanda nueva
y sus patucos,
enciende un cigarro maltrecho  
con sus manos de lija,
y sale a abrirle puertas
de carne a la noche.



jueves, 28 de noviembre de 2013

(Buscándome)



Recorrí las calles
del ensanche de vallecas
al trote cochinero
intentando encontrarme.
Primero a ciegas
como hacen los locos
luego ya probé
a utilizar gps.
Logré estrechar el cerco
de mi cintura,
pero en caso alguno
conseguí acercarme.
Me fui dejando pistas,
pruebas de mi paso,
huyendo tras de mí
con la lengua fuera.
Las señoras de la compra,
de tanto verme,
me miraban tristes
arrastrando el carro,
y después de saludarme
proseguían camino,
agitando la cabeza,
la mirada gacha.

Reducido a la mitad
y sin saber quien era,
traté de convertirme
en un hombre educado.
Estudié tres carreras,
con su master consiguiente,
fui erasmus, ingeniero,
doctor, becario.
Y entre toda la ciencia
vislumbrada en los libros,
no hubo fórmula cierta
para explicarme.
Acabé preparado,
culto,
inútil.
Y caí vacío,
arruinado,
exhausto.

Decidí por entonces
aprender un oficio,
por ver si el que soy
se encontraba en las artes:
subí puertos el año
que fui ciclista,
abrí puertas el año
que fui portero,
desfalqué la lana
cuando fui pastor,
y esquilé a mi jefe
cuando fui contable.
El año de psicólogo
subieron los suicidios,
el año de mecánico,
los accidentes,
y aunque sólo fuera
por casualidad,
el mes de gigoló
fue un completo éxito.

Pero esas son solo
cosas que hice,
papeles jugados con más
o menos suerte,
y a pesar de los amigos,
los amores,
las nóminas,
yo no estaba en ninguno
de aquellos trabajos.

Al menos mi bolsillo
notó la mejora,
dando paso a mi búsqueda
por los objetos.
Compré baratijas
y joyas caras,
compré cuchitriles,
también mansiones,
chandales de carrefour,
trajes de armani,
me busqué por los forros
de todas las prendas.
Consumí,joder.
Consumí mucho.
Hasta llegué una vez
a adquirir un coche.
Por si al abrir la puerta.
Por si al marcharme lejos.
Por tener siempre a mano
un encendedor.

Hace poco regresé,
a visitar a mis padres.
Dijeron que me encontraban
muy guapo y cambiado,
más viejo, perdido,
el mismo de siempre.
Tampoco conseguí
reconocerme en ellos.

Y aquí me tienes.

A veces me cruzo
contigo en la calle
y en un momento dado
me devuelves la mirada.
Se produce un brillo
que dispara la duda,
y puede que te bese
por chupar mi sabor,
quizá te desnude por
si guardas espejos
en el coño.
Y puede ser,
puede ser,
y follamos sin mapas.
Y rompemos la noche.
Y el día.
Pero no.

La conclusión a todo esto
es que el viaje sigue.
El final es que estoy
empezando a sospecharme.
A asumir que a lo mejor
yo no estoy presente.
Que no voy a sacarme
los ojos por si acaso.
Que la única forma
que tengo de existir.
Es no ser del todo
en ningún lugar.
Vivir con la única
esperanza que sé.
La de que soy sin más.
La de seguir buscándome.


lunes, 28 de octubre de 2013

(Kaiku)


Flor de intestino
para pasar el trago
de no olvidarte.