jueves, 25 de octubre de 2012

(A toda costa)


Si vivieras en la sabana
con sólo una pierna
ya estarías muerto.
Si en la tormenta asomado
en la terraza inmóvil,
arrastraría la lluvia
tu cuerpo de plástico,
la piel blanca deshecha inerte
sobre el asfalto.
Pero andas con dos piernas
sales al balcón con cuerpo
de carne respiras,
fumas cigarros,
tienes paraguas.
Los leones son baratos
y no te atropellan.
El asfalto sólo está
bajo tus pies.
Y aún así el vacío
te pone en su copa
se bebe tus días
salud para otros.
Qué darías por ser menos
y compartir su sonrisa
a toda costa.


miércoles, 10 de octubre de 2012

(Lunática)



Caminaba descalzo. 

Las juntas de las baldosas le servían de valle; el agua de las brigadas de limpieza las recorrían como meandros que hubieran olvidado su albedrío, reordenándose en perfecta armonía geométrica. Ese río en miniatura lamía sus pies, aliviando su avance desnudo y determinado. 

La calle adelante, iluminada apenas, hacia la playa. 

Al llegar al paseo le acompañaban las últimas voces de los rezagados, conversaciones apenas intuidas, murmullos cómplices, los ecos de la ciudad marítima en retirada. 

Siempre vacilaba un poco ante la pasarela. Por un momento su ánimo retrocedía, lastrado por el asfalto a sus espaldas parecía balancearse levemente, dubitativo, su cuerpo terrestre cuestionando el sentido de ese recorrido ritual, de esa peregrinación tan repetida como inútil. Tan loca. Tan necesaria. Hasta que el sonido de una ola rompiendo le sacaba de su ensoñación y la primera tabla saludaba a su pie izquierdo y al derecho la segunda tabla y otra y otra desfilaban raudas bajo sus pies hasta la arena. 

La arena…Sobre ella era consciente del peso de todo su ser, y al tiempo le invadía una suave sensación ingrávida. Partículas minúsculas comparadas con él envolvían sus dedos amoldándose a su contorno. Y de nuevo le costaba otra vez avanzar, seducido por ese frescor superficial, en contraste con la noche de agosto, turbulenta y opresiva. 

Pero al alzar la vista alcanzaba un rayo tenue de luz sus pupilas. Y abandonando los zapatos de arena retomaba algo más lento su avance entre las ondas de tierra, hasta el lugar frontera indefinida en el que habían acordado citarse para bailar con sus amantes, las ondas de agua. 

Mas de ese acontecimiento no era él espectador. Su pareja le esperaba arriba, más adelante. Sin el menor atisbo de duda abría los brazos. El revuelo de las olas que llegaban tarde le golpeaba, primero los tobillos, más tarde los muslos, el sexo después, por fin el pecho. Lo último que contemplaban sus ojos bajo el agua era la silueta ondulante de su amada en lo alto, su media sonrisa de loca de atar, rutilante e indiferente iluminando el cielo. 

Por la mañana siempre despertaba en su cama, empapado y maltrecho. Apagaba el despertador, preguntándose de nuevo qué le habría sucedido. Miraba la foto antigua de cuando sus hijos y su mujer todavía le echaban de menos. No se metía en la ducha. Se cambiaba. Salía a buscar trabajo. Con la mirada gacha evitando mirar arriba o adentro a los ojos del que le había quitado su vida y su sueño. 

De momento. 

Hasta la noche…


sábado, 6 de octubre de 2012

(Hay días)


Hay días así.
La luna se oculta
las manos los besos
se vuelven líquidos
fluyen corren
se precipitan
como un torrente
por el desagüe.
Los conoces.
Los has vivido.
Quizá te estén sucediendo.
Tus manos están ahí
pero no tocan.
Tus ojos amanecen y aún
respira lo oscuro.
El corazón se para y
                    todavía
 sigues vivo comes
duermes la gente
se manifiesta sangran
las heridas se abren
las tijeras continúan
bien afiladas.
Sale el sol.
Te levantas.
Pero es otro el que recibe
el calor otro el que siente
la caricia de la luz
sobre sus hombros.
Si al menos notaras
                   el peso.
Pero sólo arrastras un globo
de vacío hinchado
de desencuentros.
Des-ilusiones.
Des-pacio.
Des-cuidos.
Des-cábalas.
No descorcha o deseo o
despiértame antes de irte
no te despidas.
No te vayas…
Hay días.
Lo sabes.
Te esperan.
No cierres los ojos.
No huyas.
No vayas 

a desperdiciarlos.



miércoles, 3 de octubre de 2012

(Rulo)



El rulo tiembla y no es
la poesía que leo sino
los pies que caminan
sobre el Manzanares.

Desembocan las nubes
en la ciudad intangibles
meandros de aire son
las vente y veinte.

Se cruza conmigo
la mirada de antaño 
hecha padre los ojos
de su hijo preguntan
qué me ha pasado.

La ciudad se embadurna
con nubes de aire naranja y
luz amarilla en el agua y
el cielo huele a violeta.

Podría ser un milagro.

El temblor y la noche
de la que huyen los pasos
hacia sus casas.

Mientras yo escucho dioses
con escafandra y me asombro
de que nadie en este rulo que gira
metálico se asombre
por la explosión de esta tarde
de belleza cotidiana.

Me incorporo y escupo 
al río que me separa salto
por encima
de la gente que corre.

Yo también
me voy a casa.