domingo, 30 de diciembre de 2012

(Salir al mundo II)





Salimos al mundo en busca
de algo de irrealidad palpable.
Necesitamos que suceda lo imposible, 
que acontezca nuestro chute de magia,
que por un momento no seamos
sólo cables sueltos, 
sino entrada en la nube, 
y también salida,
queremos ser los entresijos de la nube.
Queremos sentirlo de punta a punta,
notar la corriente recorrer nuestro cuerpo
y sacudirlo.
Queremos ser las palabras.
El mensaje mismo.
Que no necesitemos descodificarnos.
Por un momento hablar
y que nos entiendan, tocar
y que nos respondan.
Queremos ser melodía.
Y sólo somos notas sueltas,
abrazos al aire,
tonos comunicando,
pensamientos, amagos,
palabras que se pierden.
Salimos al mundo
para que el mundo nos haga
ser algo más
que nosotros mismos.
Ser uno con otros.
Salimos para ser más
que nuestro mundo sólo.
Y sólo conseguimos
abarrotar las calles,
de sueños mundanos,
que vagan sin rumbo.


sábado, 29 de diciembre de 2012

(Salir al mundo I)



Salgo al mundo enarbolando mi sonrisa,
palabras, mis manos, mi voz por bandera,
no reparo en mi pecho nebulosa,
mi cuerpo incógnito de fantasma.
Camino sin rozar el suelo apenas,
más que de cuando en cuando 
alguna hostia a tiempo algún 
aterrizaje de emergencia,
y vuelta al tránsito aerostático
entre los cuerpos.
Voy ganando interacción con el paisaje,
aparezco sin que me nombren 
en los espejos,
pero no hay caso con mi materia
más lampiña cada vez,
que no encaja en los moldes 
preestablecidos.
Me hundo entre las piernas de tus sueños,
lamiendo la intención con lengua sabia,
doctoro a mis oídos en tu ciencia,
repasa mi boca tu lista de sabores,
pero soy una cabeza que avanza
flotando entre la gente,
con un cordel bajo el cuello
marcando el paso.
Salgo al mundo inflado, 
henchido pero etéreo.
En el bolsillo derecho 
una caja de doce.
No me busquen.
Me dirijo a una orgía
en la fábrica de globos.



sábado, 8 de diciembre de 2012

(Aquí la tienes)


Yo puedo escribirte si me llamas,
en mitad de la noche
con urgencias de poema.
Escanciarte la lengua o
dorarte los labios,
arrancarlo de ti,
conservarlo por siempre,
el primero de los pétalos
de tu última primavera.
En invierno es más difícil
cuando llueve enviarte 
una carta un saludo 
con tu nombre.
Tu verdadero nombre y 
no el que horadamos,
con ambición de corriente
de  placas tectónicas,
embriagados 
de escarcha destilada,
bebiéndonos a sorbos
un nombre
que nos hiciera por dentro.
Lo que no puedo hacer
lo siento
no me está permitido,
es irrumpir con cadenas
en el lecho de tus padres,
cuando sueltan los caballos
para traerte a oscuras.
No puedo darte el amor del que vienes.
Sólo extraer de ti  
muy lento,
con cuidado,
la luz que tantas veces
imposible imaginaste,
la hora repetida en
la que no te sientes,
el dolor que empezaste
a concebirte.
Presentártelo y ponerlo
con una manta envuelta
entre tus brazos.
Que lo reconozcas tuyo y
sin más miramientos
 lo des
o le des tu nombre.
Aquí la tienes para hacer
con ella lo que quieras.
La vida.
La palabra…