lunes, 30 de diciembre de 2013

(Noche de San Petersburgo)


AUDIO

He escrito con semen tu nombre en el metro 
que me sobra de sábana,
y he colgado mi catre a la luz 
de la luna hipnotizada de Diciembre.
He perdido en la cocina el recuerdo
del gato que nunca tuve,
y he tratado de suicidarme 
comiendo chino con pinzas
de tender la ropa.
He compartido caladas 
de polvo con la aspiradora,
escuchando el crujir de las grúas
varadas del puerto.
Le he devuelto tu tanga a la vecina, 
cuando vino a pedirme sal, y acabamos 
descorchando servilletas.
Ha decidido mudarse y yo
no tengo claro qué hacer
con tu perro y sus enseres.
He disparado a un jilguero con maíz
resistente al microondas,
y he frotado su cuerpo frágil 
y lánguido por mis ojos.
He montado un gabinete astrológico
para poder llamar y que me digan
cuando amanece.
Tengo sangre de pájaro 
en la comisura,
y una lista de tareas 
en el frigorífico.
El puerto ruge tras la niebla,
maullando insistente góndolas
y petroleros.
Sonidos que se cuelan nostálgicos
en mi noche de San Petersburgo.
Yo soy un hombre derecho
que se calza su bufanda nueva
y sus patucos,
enciende un cigarro maltrecho  
con sus manos de lija,
y sale a abrirle puertas
de carne a la noche.



jueves, 28 de noviembre de 2013

(Buscándome)



Recorrí las calles
del ensanche de vallecas
al trote cochinero
intentando encontrarme.
Primero a ciegas
como hacen los locos
luego ya probé
a utilizar gps.
Logré estrechar el cerco
de mi cintura,
pero en caso alguno
conseguí acercarme.
Me fui dejando pistas,
pruebas de mi paso,
huyendo tras de mí
con la lengua fuera.
Las señoras de la compra,
de tanto verme,
me miraban tristes
arrastrando el carro,
y después de saludarme
proseguían camino,
agitando la cabeza,
la mirada gacha.

Reducido a la mitad
y sin saber quien era,
traté de convertirme
en un hombre educado.
Estudié tres carreras,
con su master consiguiente,
fui erasmus, ingeniero,
doctor, becario.
Y entre toda la ciencia
vislumbrada en los libros,
no hubo fórmula cierta
para explicarme.
Acabé preparado,
culto,
inútil.
Y caí vacío,
arruinado,
exhausto.

Decidí por entonces
aprender un oficio,
por ver si el que soy
se encontraba en las artes:
subí puertos el año
que fui ciclista,
abrí puertas el año
que fui portero,
desfalqué la lana
cuando fui pastor,
y esquilé a mi jefe
cuando fui contable.
El año de psicólogo
subieron los suicidios,
el año de mecánico,
los accidentes,
y aunque sólo fuera
por casualidad,
el mes de gigoló
fue un completo éxito.

Pero esas son solo
cosas que hice,
papeles jugados con más
o menos suerte,
y a pesar de los amigos,
los amores,
las nóminas,
yo no estaba en ninguno
de aquellos trabajos.

Al menos mi bolsillo
notó la mejora,
dando paso a mi búsqueda
por los objetos.
Compré baratijas
y joyas caras,
compré cuchitriles,
también mansiones,
chandales de carrefour,
trajes de armani,
me busqué por los forros
de todas las prendas.
Consumí,joder.
Consumí mucho.
Hasta llegué una vez
a adquirir un coche.
Por si al abrir la puerta.
Por si al marcharme lejos.
Por tener siempre a mano
un encendedor.

Hace poco regresé,
a visitar a mis padres.
Dijeron que me encontraban
muy guapo y cambiado,
más viejo, perdido,
el mismo de siempre.
Tampoco conseguí
reconocerme en ellos.

Y aquí me tienes.

A veces me cruzo
contigo en la calle
y en un momento dado
me devuelves la mirada.
Se produce un brillo
que dispara la duda,
y puede que te bese
por chupar mi sabor,
quizá te desnude por
si guardas espejos
en el coño.
Y puede ser,
puede ser,
y follamos sin mapas.
Y rompemos la noche.
Y el día.
Pero no.

La conclusión a todo esto
es que el viaje sigue.
El final es que estoy
empezando a sospecharme.
A asumir que a lo mejor
yo no estoy presente.
Que no voy a sacarme
los ojos por si acaso.
Que la única forma
que tengo de existir.
Es no ser del todo
en ningún lugar.
Vivir con la única
esperanza que sé.
La de que soy sin más.
La de seguir buscándome.


lunes, 28 de octubre de 2013

(Kaiku)


Flor de intestino
para pasar el trago
de no olvidarte.




(Recomendaciones)


AUDIO

En los días de lluvia las madres recomiendan.
Revisar no haya pozos en las suelas del zapato.
Hurtar la garganta al mordisco del aire.
Llevar una segunda prenda de emergencia.
No jugar a la manga corta y esperar
a que en los hilos del brazo crezcan
collares de agua.
No jugar a equilibrista en el borde
un paso tras otro los brazos abiertos.
No jugar a vadear el río grande.
No jugar a saltar el río grande.
No cruzar el maldito río grande
con los zapatos llenos de periscopios.
Pisotear el felpudo
con insistencia flamenca
borrarle de una vez
el bienvenido a casa.
Comprobar de nuevo las suelas del zapato,
buscando catalejos, aspilleras, rosetones.
Y sobre todo no olvidar el paraguas.
No te dejes el paraguas en la barra del bar,
al salir del baño con la bragueta abierta,
en el suelo metálico de la oficina,
en el suelo del metro lleno de ojos,
en el suelo no se dejan las cosas
te tengo dicho.
Pero en los días de lluvia que las madres recomiendan,
yo salgo a la calle a pelo descubierto,
mirando extrañado a los que me rodean,
todos ellos protegidos con un palo que sostiene
un pedazo de tela negra contra el cielo.
Y las gotas que caen porque nadie
les ha dicho lo contrario,
desde lo alto divisan un abismo oscuro,
un mar gris surcado de chapapotes andantes,
de vórtices andantes que son uno solo,
protegiendo nuestra acera del suicidio del agua,
la mandamos entera desagüe enarbolado,
a otro mundo donde puede
por fin estrellarse.
Yo prefiero abrir la boca.
Las palmas hacia arriba caminando
un pie tras otro por el borde.
La lluvia toda muerta ya en mi cara
y alrededores.
Y vivo.
Vivo yo.
Muy vivo yo cruzando el río grande
con los pies descalzos.
Yendo a verte o al trabajo da igual
el agua desbordada por mi cuerpo,
ascendiendo por mi cuerpo a encontrarse
con sus abuelas muertas.
Mis pies descalzos pero llenos
de objetos inverosímiles.
Mi madre, la pobre,
en los días de lluvia,
ha decidido quererme
por imposible.
Ya no repasa la lista
de recomendaciones.
Solamente se calla y me mira resignada.
Y me tiende una toalla
con infinita ternura.



miércoles, 16 de octubre de 2013

(Pragmatismo)


AUDIO

Las cigüeñas del barrio
se han vuelto sedentarias.
Se apostan en chimeneas, 
azoteas, farolas,
como paraguas blanquinegros
sin pronóstico de lluvia.

Cuando aún eran cojines
de plumón con zancos,
sus padres volaban 
a París constantemente,
en entrega presurosa
de retoños rosados,
y volvían con ojeras
de motel de Montparnasse,
y calambres en las alas
por el vuelo charter.

Pero ahora que los tiempos
continúan cambiando,
ya a ninguna le importa 
donde queda el norte,
no se estila en agosto
veranear en Kenia,
y la gente que dispone
de celular e internet,
como mucho piensa
en adoptar un gato.

Al principio me gustaba
divisarlas arriba,
bostezando distraído
de camino al metro,
pero observándolas más
detenidamente,
las sospecho centinelas
formando pasillo,
gárgolas conspirando,
mástil de jirones.

Cada día les veo
más cara de buitres.

Sobre todo cuando al fin
despegan de tarde,
con calmado pragmatismo
pañuelo al cuello,
apuntando al oeste
violeta y naranja,
donde asciende el humo
de Valdemingómez.

No me extraña que la gente,
ante esta situación,
haya renunciado 
a tener descendencia,
para abstraerse con denuedo
y total dedicación,
en el arte sin pretensiones
del simulacro.


miércoles, 9 de octubre de 2013

(Al verle)


Le evitaba.

Porque sin importar
el lugar de la cita,
siempre se daban
placer y daño,
y la cosa terminaba
 primero por las nubes,
después en el aire,
y al final en tierra.

A veces su cuerpo
caía por sí mismo.
Otras era necesario
tener paciencia.
Y enrollar la cuerda
atada al tobillo,
como globo unido
a otro globo grande
que regresa.

Daba igual.
Si aterrizaba suave
o tocaba
suelo de emergencia.
No podía evitar
encontrarle de nuevo,
desdeñoso irresistible fortuito.

Por eso al verle
aspiraba hondo.

Acortaba los pasos.

Levitaba.

jueves, 5 de septiembre de 2013

(Una pausa para el refrigerio antes del segundo acto)


AUDIO

Y qué hacer con este tiempo que se emboza 
y nos asalta en el camino,
esta fiesta de cuatreros porque son
cuatro gatos orondos y avaros,
este fasto al vilipendio en que somos 
invitados y a la vez responsables 
de servir el catering.

Cómo interpretar sendos papeles
en esta farsa esperpéntica 
que representamos.

Porque somos culpables de vivir 
intrépidos alpinistas 
de posibilidades,
porque hemos de limpiar los restos
de una burbuja hinchada 
con nuestro aire,
aire para que otros 
respiraran meteóricos
ascendieran otros,
y quedáramos aquí los llanos 
en plena explosión anticipada,
degradados a pagar la vajilla rota
de la que no comimos,
camareros encargados de servir
nuestra vida en bandeja y después,
fregar los cubiertos,
sacar la basura,
asumir el papel de recurso-monedero-servicio,
asentir diciendo sí 
somos libres y es justo,
no somos marionetas vivas
en esta pantomima global
que nos habéis montado.

Qué hacer con este tiempo
que se nos come.

Más que tender una mano inequívoca
a ese que no es como yo.
A ese que no soy yo pero sufre 
igual que yo y tiene hilos,
facturas,
mujer e hipoteca.
Y eso nos hace carne común
y manipulada.
Carne toqueteada y manoseada.
Carne utilizada y saqueada
y denostada y engañada.
Carne común y simple
sin nada que decir.

Por qué no unirnos en masa
de carne pútrida y honrosa.
Hacer que llegue el olor
a sus narices engoladas.
Que llegue la mierda al cuello
de su reducto en las alturas.
A los portones del paraíso en 
que viven parapetados.

Paraíso que se alimenta 
de nuestro silencio.
Que cargamos sin rechistar
a nuestras espaldas.

Tendamos una mano inequívoca.

Digamos que en una de estas
la obra se acaba y ya
no quedan asientos.

Pongamos que por ventura
salimos del menú.

Cierra el buffet.

La compañía quiebra.

Arde el teatro.




viernes, 23 de agosto de 2013

(Whats App)


AUDIO (Con irónico oportuno tono de mensaje)

Me agota este saberte discontinuo.

Esta conversación 
que se atraganta de señales,
que se entremezcla con símbolos 
para expresar lo que no
podrán las palabras.

Tanta charla a medio tiempo
y los cuerpos separados.

Tanta foto cara a cara
y las lenguas quietas,
caliente el aire grueso
el aire soplo de estática,
inmóvil sucesión de silencios
que no rompes tú
sino una máquina.

Guiño guiño,
guión paréntesis,
equis-de mayúscula,
punto y coma.

Cuándo volverá la red equidistante
- esta red amalgamada y sin huecos -
a echarte boqueando otra vez
a las puertas de mi playa.

Cuándo la presencia que es 
tu última hora a decirme
que sigues viva.

Que hay dedos tuyos detrás
y ojos tuyos besando y 
todo un cuerpo tuyo 
dedicado y pendiente,
atento a quién sabe 
qué conjuros,
lunas quizá,
acaso solamente
mundanas disciplinas.

Se me antoja espiar tu ventana
aunque sé que es bajo y fútil,
porque no usas cortinas 
y es un cuarto de alquiler,
un refugio para amantes
electromagnéticos,
una buhardilla de paso
que no resides.

Me sorprendo con el citado
artilugio en la palma,
como si fueras a estar,
puntual allí,
deslumbrante,
tangible,
esperándome.

Y no eres más que un espejismo
un anhelo creado entre horas,
un truco de magia cutre 
para matar el tiempo.

Como si no fuera a morirse 
por sí solo
el muy canalla.

Te yergues blanca y llena
en mitad del cielo cuando no
he mirado el calendario,
y sólo en el día en que vivo
consciente
declaras tu ausencia.

No sé si tu boca entreabierta
es beso de pez 
o nada más, 
soy un tupperware submarino
para tu aire necesario.

Sólo sé que si encuentras
cabida es porque hay en mí, 
creciendo con insistencia
una burbuja.
Un vacío con paredes
tapizadas de carne.

Así que antes 
de que mi vida
se haga futuro posible,
juego de azar inescrutable,
ignoto presente,
antes de que esta droga excepcional
se vuelva costumbre,
voy a silenciar el móvil 
contra la acera,
a enterrar sus restos en la ciudad
de tus profundidades.

Encenderé después la única 
neurona sana que queda,
la que guarda el pin, tu nombre y
tu número de teléfono,
para prender un cigarro y saludar 
a la primera extraña que cruce,
distraída y en persona,
por mi camino.




miércoles, 21 de agosto de 2013

(Disciplina)


AUDIO

No aprendes nada.

A lo sumo vas restándole 
fragor al desaliento,
limando esquinas al dolor,
practicando manicuras
a sus manos incansables
que te agarran.

Acolchando sus golpes con poemas
- pobres poemas que ya
no rellenan sofás –
con poemas digo 
airbags bajo la piel,
trajes de verso blanco
y no versace,
letras de cuerpo entero
si no da para más la inspiración
rodilleras de gomaespuma,
casco de prozac,
televisión por cable
anestesia.

No.

No aprendes nada.

Los poemas no amortiguan
son veneno contra olvidos,
barrotes que te impiden
avanzar, parabólicas.

Ni tampoco aprendes nada abres líneas 
de crédito ilusión,
surcos en tu carne te endeudas 
de esperanzas en lugar
de guardarlas todas,
juntarlas todas,
reservarlas todas y hacerte 
con ese amor donde vivir 
a tocateja.

No.

No hay remedio contigo.

Eres un terrible vividor.

Un alumno pésimo.

O quizá es esta vida profesora
que te trata demasiado bien,
y no te da el castigo ejemplar
que te mereces.

Ven aquí.

No cierres los ojos.

Deja de llorar por una vez.

Extiende las manos.



miércoles, 14 de agosto de 2013

(Y leerte)


AUDIO

Te leo desde un martes que podría  
ser un domingo disfrazado.

Te leo en los anuncios que publica
la ciudad en sus ventanas.

En los lienzos blancos que cubren
el rostro de la gente.

A veces te leo y estoy 
mirándome las manos,
o cortando cebolla y pienso
el autobús llega tarde voy
a deshacerte la cama.

Voy a ordenarte esos libros
vaporosos que te escriben
para luego derrumbarnos
con descuido sobre ellos.

Voy a hacerte calamares
en su tinta.

O a leerte mientras fumo muy despacio
las palabras silenciosas que te esconden,
dibujando en el aire estupefacto
volutas caprichosas.

Siempre he querido hacerte el amor
en una biblioteca.

Ahogando un título acelerado en 
el pasillo de historia del arte,
mientras ojea la encargada su revista y
los que estudian prestan atención
a su música atronadora.

Siempre he querido hacerte el amor.

Desvestirme de estos ojos que no 
me permiten verte.

Y leerte exactamente igual
que estoy haciendo ahora.


sábado, 10 de agosto de 2013

(Ciudad Salvaje)


AUDIO

Las pinturas de guerra son diferentes.

Llevan marcas y difusor.

Los taparrabos se anudan al cuello
con giros de muñeca elaborados,
y estampados floridos 
o rayas diagonales.

Algunos se agazapan en cubículos
de metal rodante hasta llegar
al lugar de caza.

Otros corren al alba para alcanzar
orugas gigantes que los engullen
y más tarde, más lejos son deglutidos
algo más zarandeados en apariencia
listos para el combate.

Las armas son inocentes
y romos utensilios,
que no se clavan 
ni se afilan,
no se ensucian 
ni se blanden.
Son todo plástico y teclas,
pantallas y cables,
pulsaciones rítmicas 
de apariencia inocua.

En general ellos no saben lo que ocurre
a la vuelta de la esquina,
aunque constantemente parezcan 
estar escuchando historias.
Inventando historias.
Visionando historias en pantallas
que no son las de antes.
Recibiendo información inútil
en dispositivos portátiles,
a los que atienden más que al león 
detrás del matorral,
más que al cocodrilo en la charca 
donde se hunden,
sin siquiera reparar en la serpiente 
que constriñe su garganta,
o el macaco de culo rojo 
que les come el corazón.

Me gustaría observar su mirada 
perderse en la sorpresa,
cuando poco a poco sus latidos
vayan siendo más lentos,
a medida que entre mis manos
su sangre se derrame,
y quede tallada en sus labios
- entreabiertos -
la pregunta.




lunes, 29 de julio de 2013

(Autocomplacencia)


AUDIO

Me jode confesarlo pero en el fondo
soy una buena persona. 
No buena del todo entiéndanme a veces 
soy un cabrón impenitente.
Lo peor es que reboto y oscilo,
no fondeo ni zarpo discurro por un mar
de medianías.
Y lo digo así con esta falsa modestia
de atracón con sacarina,
este orgullo que parece va a tronar
y solamente 
silba.
Yo quisiera ser el malo de las películas
pero sin tanta charla con el héroe vencido
en el suelo dos disparos y a seguir
delinquiendo por las bravas.
O ese bueno carismático
de afán inquebrantable,
recto y duro como vara 
pero atento y altruista,
que me salga el triunfo 
por las orejas, vaya.
En vez de eso me acabo
en el término medio.
No soy negro ni blanco
sino varón caucásico.
No persigo mis sueños
bajo el sol de injusticia
ni les clavo los dientes
en la yugular.
Tampoco me doy a la droga.
Simplemente transcurro escondo
mis fracasos tras la alfombra
y ondeo ufano alguna 
victoria ocasional.
Nada deslumbrante.
Ni perseguir imposibles
ni revolcarse en la mierda,
sólo guerras domésticas
y hambre para mañana.
¿Es que acaso son tan cómodas
nuestras verjas?
¿No podemos? ¿No debemos
aspirar a más?
Todos decimos comprometerse
con la libertad que es buena
y nos conviene tanto,
pero ninguno deja de follar
con el sistema del quinto.
Somos rebaño con ínfulas
de simios sin límite.
No rompemos el cerco para inventar la rueda.
No cavamos un túnel con vistas de topo.
No aleteamos con ansia 
para alcanzar las nubes
que tanto se nos parecen.
Tampoco nos tendemos a morir.
Ni devoramos al congénere y luego al pastor,
hasta alcanzar la cima
de la pirámide alimentaria.
No es de extrañar.
No nos va la vida en ello.
Yo mismo podría 
haber compuesto algo en condiciones. 
Algo inspirador y memorable 
que os hiciera estremecer y reír,
llorar y actuar.
Algo definitivo en vez
de esta mierda de poema.


jueves, 25 de julio de 2013

(A mi puerta)


AUDIO

Calumniarte.
Circundarte.
Desearte.
Parar un momento a pellizcar
la vista y seguir.
Recuerdo haberte vislumbrado
y tocarte,
tocarte,
tocarte…
Soltar las teclas y abrir
a la chica en letra interior
que llamaba a mi puerta.


miércoles, 24 de julio de 2013

domingo, 30 de junio de 2013

(Callado)


AUDIO

Me desplazo quedo imperturbable.
A simple vista consumo café,
tomo autobuses sin hielo,
madrugo cada día impuntual,
atiendo mis recados.
Finjo que me creo las mentiras
vigilo bien la ropa mientas plancho
escribo correos electrónicos.
A veces finjo que no
me creo las mentiras.
La poesía discurre por debajo.
Por los trazos de tinta que lucen
los levantadores de peso.
En el columpio descarado que visten
las niñas jóvenes.
Tras el silencio promesa tornasolada
de las no tan niñas.
En el destello que asoma a las ojos
del escanciador de magia jubilado.
En el transporte público que sale
por mi garganta.
En el hueco mínimo que separa
tu mano de mis pantalones.
Me urge la poesía en los brazos cuando vienes.
Y sobre todo me urge escribirte
cuando te marchas.
El problema es que me desplazo mudo
en esta red de peces sin transporte.
Viendo poesía insinuada dentro
y fuera de mi cuerpo.
Desde fuera y dentro de tu cuerpo
de escaleras mecánicas.
Veo el miedo colgando de ventanas y puertas,
piernas y manos,
pechos y espaldas.
Veo el miedo destilándose en vocablos,
en botellas de nada gaseosa.
Cadenas de miedo industrial en ojos y cabezas.
Y poesía deslumbrante pugnando por salir,
aldabonazos de vida en el pecho y nadie
lleva sonotone, 
nadie se otorga el don de mayordomo
y el momento pasa.
No queda constancia alguna en la sección
de poemas perdidos,
ninguna luz destelleante avisa
en el registro de llamadas.
Por eso abandono mi mutismo
en esta ocasión sobrevenida y continúo.
Me desplazo quedo imperturbable a veces
tomo café y escribo poemas.
El resto del tiempo mis manos no se mueven.
Sigo adelante.
Estoy callado.


jueves, 13 de junio de 2013

(Copa de Noche)


AUDIO

Voy a servirme una copa de noche,
porque es el mejor momento, 
la hora mejor 
para contrarrestarte.
Una copa de noche
con sus estrellas y todo,
alguna luz estrenada de la ciudad
recién encendida,
uno o dos fluorescentes de esos
que iluminan los fogones,
mientras dos amantes cocinan
el plato que nunca acaban y nunca
dejan de comer,
y nunca comen.
Quizá el primer flexo me preste
un par de letras huidizas, noctámbulas
para mi copa,
al ritmo que su lector despierta
y adormece el sueño como yo
de sus sentidos.
Será una copa lumínica 
en la calma ruidosa
de esta noche.
Será una copa descalza.
Comenzará en las plantas
de mis pies descalzos
y no se detendrá 
hasta colmar mi gaznate.
No se detendrá hasta colmar
mi pecho raso y ruidoso
de esta noche límpida.

martes, 14 de mayo de 2013

(Era el tiempo)


AUDIO

Era el tiempo de escribir canciones.
Había una guitarra al pie 
de la escalera había manos 
atadas por doquier.
Dedos entretenidos 
en letras que no eran carne y 
frases que no eran pan. 
Aún podíamos retirarnos
a la cueva de los dientes,
a roer una tibia nueva o desollar
con ansia su recuerdo.
Era el tiempo de escuchar canciones
silbar despreocupados 
buscar en el teléfono el lugar
donde nació el intérprete.
Yo podía decirte aún quiero llamarles
Alicia primero y luego Juan.
Decirte somos jóvenes y afuera hay sol,
quedémonos tumbados
el fin de semana.
Pero el lunes no llegaba
y se hacía miércoles.
La primavera no llegaba y quitábamos
los últimos adornos 
de la pared.
Quizá fue entonces salimos 
en busca de nuestra voz.
Queriendo escuchar esperanza
en las bocas de enfrente.
Salimos a gritarnos por ver
si habría en el aire más suerte 
que en el papel.
En la acera más presencia
que en el confeti.
Se volvía a oír la carrera apresurada,
bajando escalones sin miedo
de tres en tres.
No había feria ni había concierto.
No era domingo ni agosto
la jornada sí era reducida.
Los sillones estaban lejos
e insonorizados.
Pero nosotros éramos más. 
Las manos en las cuerdas
de la guitarra eran más.
Las cuerdas vibrando graves
 nuestro lamento eran 
muchas más.
Habíamos decidido dejar
de creer en su letra.
Espero poder contaros,
Alicia,
Juan.
Espero poder deciros
que lo logramos.