AUDIO (Con irónico oportuno tono de mensaje)
Me agota este saberte discontinuo.
Esta conversación
que se atraganta de señales,
que se entremezcla con símbolos
para expresar lo que no
podrán las palabras.
Tanta charla a medio tiempo
y los cuerpos separados.
Tanta foto cara a cara
y las lenguas quietas,
caliente el aire grueso
el aire soplo de estática,
inmóvil sucesión de silencios
que no rompes tú
sino una máquina.
Guiño guiño,
guión paréntesis,
equis-de mayúscula,
punto y coma.
Cuándo volverá la red equidistante
- esta red amalgamada y sin huecos -
a echarte boqueando otra vez
a las puertas de mi playa.
Cuándo la presencia que es
tu última hora a decirme
que sigues viva.
Que hay dedos tuyos detrás
y ojos tuyos besando y
todo un cuerpo tuyo
dedicado y pendiente,
atento a quién sabe
qué conjuros,
lunas quizá,
acaso solamente
mundanas disciplinas.
Se me antoja espiar tu ventana
aunque sé que es bajo y fútil,
porque no usas cortinas
y es un cuarto de alquiler,
un refugio para amantes
electromagnéticos,
una buhardilla de paso
que no resides.
Me sorprendo con el citado
artilugio en la palma,
como si fueras a estar,
puntual allí,
deslumbrante,
tangible,
esperándome.
Y no eres más que un espejismo
un anhelo creado entre horas,
un truco de magia cutre
para matar el tiempo.
Como si no fuera a morirse
por sí solo
el muy canalla.
Te yergues blanca y llena
en mitad del cielo cuando no
he mirado el calendario,
y sólo en el día en que vivo
consciente
declaras tu ausencia.
No sé si tu boca entreabierta
es beso de pez
o nada más,
soy un tupperware submarino
para tu aire necesario.
Sólo sé que si encuentras
cabida es porque hay en mí,
creciendo con insistencia
una burbuja.
Un vacío con paredes
tapizadas de carne.
Así que antes
de que mi vida
se haga futuro posible,
juego de azar inescrutable,
ignoto presente,
antes de que esta droga excepcional
se vuelva costumbre,
voy a silenciar el móvil
contra la acera,
a enterrar sus restos en la ciudad
de tus profundidades.
Encenderé después la única
neurona sana que queda,
la que guarda el pin, tu nombre y
tu número de teléfono,
para prender un cigarro y saludar
a la primera extraña que cruce,
distraída y en persona,
por mi camino.