domingo, 31 de marzo de 2013

(Salir al mundo III)




Salgo al mundo a construirme
y voy perdiendo ladrillos 
por el camino,
dejando un rastro de arenisca
pulgarcito cruzando el bosque
el panadero está de vacaciones.
Las palomas famélicas
pueblan las calles mi masa sube 
y se desprende humeante recién 
horneada en mis manos. 
Surca el aire mi senda yo sigo 
la línea de baldosas el bosque
está de vacaciones.
Me crecen baguetes de acera que desmigo
con cuidado me quiere la ciudad
o no me quiere.
Y la ciudad con sus cuerpos edificados
 prospera 
vertical a mis espaldas.
Adelante sólo flores 
que no alimentan
mi pureza falsa y
mi prudencia insistente,
mi muestrario de noes,
mi falsa modestia.
Salgo al mundo para no quedarme dentro 
cocinando una esperanza que no
recibe comensales.
Soy el ingrediente sibarita del burguer,
el bocata de paté  deconstruido,
el plato reluciente que saca
la abuela de lata a cenar
mejillón en navidades.
Y sin embargo aquí me tengo
sólo yo conozco el ingrediente.
Voy  cuchara en mano 
esparciendo las letras
de mi sopa de sobre.
Voy soltando amarras que nunca
llegarán a buen puerto.
Y aún así no puedo mirarme 
y decir 
estoy perdido.
Porque salgo al mundo y el mundo
me vomita y me devuelve.
Me procesa y recicla y yo
sigo siendo el mismo.
Mis huellas de roca y pan
van haciendo mella 
en su colon comerciante.
Y aunque al final del tracto siempre quede
el mismo residuo,
sigue vivo el anhelo de encontrarme
como pista o grano de maíz,
en mitad de este montón 
de mundo al que salgo.
Este mundo ansioso
que nos devora.