jueves, 28 de noviembre de 2013

(Buscándome)



Recorrí las calles
del ensanche de vallecas
al trote cochinero
intentando encontrarme.
Primero a ciegas
como hacen los locos
luego ya probé
a utilizar gps.
Logré estrechar el cerco
de mi cintura,
pero en caso alguno
conseguí acercarme.
Me fui dejando pistas,
pruebas de mi paso,
huyendo tras de mí
con la lengua fuera.
Las señoras de la compra,
de tanto verme,
me miraban tristes
arrastrando el carro,
y después de saludarme
proseguían camino,
agitando la cabeza,
la mirada gacha.

Reducido a la mitad
y sin saber quien era,
traté de convertirme
en un hombre educado.
Estudié tres carreras,
con su master consiguiente,
fui erasmus, ingeniero,
doctor, becario.
Y entre toda la ciencia
vislumbrada en los libros,
no hubo fórmula cierta
para explicarme.
Acabé preparado,
culto,
inútil.
Y caí vacío,
arruinado,
exhausto.

Decidí por entonces
aprender un oficio,
por ver si el que soy
se encontraba en las artes:
subí puertos el año
que fui ciclista,
abrí puertas el año
que fui portero,
desfalqué la lana
cuando fui pastor,
y esquilé a mi jefe
cuando fui contable.
El año de psicólogo
subieron los suicidios,
el año de mecánico,
los accidentes,
y aunque sólo fuera
por casualidad,
el mes de gigoló
fue un completo éxito.

Pero esas son solo
cosas que hice,
papeles jugados con más
o menos suerte,
y a pesar de los amigos,
los amores,
las nóminas,
yo no estaba en ninguno
de aquellos trabajos.

Al menos mi bolsillo
notó la mejora,
dando paso a mi búsqueda
por los objetos.
Compré baratijas
y joyas caras,
compré cuchitriles,
también mansiones,
chandales de carrefour,
trajes de armani,
me busqué por los forros
de todas las prendas.
Consumí,joder.
Consumí mucho.
Hasta llegué una vez
a adquirir un coche.
Por si al abrir la puerta.
Por si al marcharme lejos.
Por tener siempre a mano
un encendedor.

Hace poco regresé,
a visitar a mis padres.
Dijeron que me encontraban
muy guapo y cambiado,
más viejo, perdido,
el mismo de siempre.
Tampoco conseguí
reconocerme en ellos.

Y aquí me tienes.

A veces me cruzo
contigo en la calle
y en un momento dado
me devuelves la mirada.
Se produce un brillo
que dispara la duda,
y puede que te bese
por chupar mi sabor,
quizá te desnude por
si guardas espejos
en el coño.
Y puede ser,
puede ser,
y follamos sin mapas.
Y rompemos la noche.
Y el día.
Pero no.

La conclusión a todo esto
es que el viaje sigue.
El final es que estoy
empezando a sospecharme.
A asumir que a lo mejor
yo no estoy presente.
Que no voy a sacarme
los ojos por si acaso.
Que la única forma
que tengo de existir.
Es no ser del todo
en ningún lugar.
Vivir con la única
esperanza que sé.
La de que soy sin más.
La de seguir buscándome.