lunes, 28 de octubre de 2013

(Recomendaciones)


AUDIO

En los días de lluvia las madres recomiendan.
Revisar no haya pozos en las suelas del zapato.
Hurtar la garganta al mordisco del aire.
Llevar una segunda prenda de emergencia.
No jugar a la manga corta y esperar
a que en los hilos del brazo crezcan
collares de agua.
No jugar a equilibrista en el borde
un paso tras otro los brazos abiertos.
No jugar a vadear el río grande.
No jugar a saltar el río grande.
No cruzar el maldito río grande
con los zapatos llenos de periscopios.
Pisotear el felpudo
con insistencia flamenca
borrarle de una vez
el bienvenido a casa.
Comprobar de nuevo las suelas del zapato,
buscando catalejos, aspilleras, rosetones.
Y sobre todo no olvidar el paraguas.
No te dejes el paraguas en la barra del bar,
al salir del baño con la bragueta abierta,
en el suelo metálico de la oficina,
en el suelo del metro lleno de ojos,
en el suelo no se dejan las cosas
te tengo dicho.
Pero en los días de lluvia que las madres recomiendan,
yo salgo a la calle a pelo descubierto,
mirando extrañado a los que me rodean,
todos ellos protegidos con un palo que sostiene
un pedazo de tela negra contra el cielo.
Y las gotas que caen porque nadie
les ha dicho lo contrario,
desde lo alto divisan un abismo oscuro,
un mar gris surcado de chapapotes andantes,
de vórtices andantes que son uno solo,
protegiendo nuestra acera del suicidio del agua,
la mandamos entera desagüe enarbolado,
a otro mundo donde puede
por fin estrellarse.
Yo prefiero abrir la boca.
Las palmas hacia arriba caminando
un pie tras otro por el borde.
La lluvia toda muerta ya en mi cara
y alrededores.
Y vivo.
Vivo yo.
Muy vivo yo cruzando el río grande
con los pies descalzos.
Yendo a verte o al trabajo da igual
el agua desbordada por mi cuerpo,
ascendiendo por mi cuerpo a encontrarse
con sus abuelas muertas.
Mis pies descalzos pero llenos
de objetos inverosímiles.
Mi madre, la pobre,
en los días de lluvia,
ha decidido quererme
por imposible.
Ya no repasa la lista
de recomendaciones.
Solamente se calla y me mira resignada.
Y me tiende una toalla
con infinita ternura.



miércoles, 16 de octubre de 2013

(Pragmatismo)


AUDIO

Las cigüeñas del barrio
se han vuelto sedentarias.
Se apostan en chimeneas, 
azoteas, farolas,
como paraguas blanquinegros
sin pronóstico de lluvia.

Cuando aún eran cojines
de plumón con zancos,
sus padres volaban 
a París constantemente,
en entrega presurosa
de retoños rosados,
y volvían con ojeras
de motel de Montparnasse,
y calambres en las alas
por el vuelo charter.

Pero ahora que los tiempos
continúan cambiando,
ya a ninguna le importa 
donde queda el norte,
no se estila en agosto
veranear en Kenia,
y la gente que dispone
de celular e internet,
como mucho piensa
en adoptar un gato.

Al principio me gustaba
divisarlas arriba,
bostezando distraído
de camino al metro,
pero observándolas más
detenidamente,
las sospecho centinelas
formando pasillo,
gárgolas conspirando,
mástil de jirones.

Cada día les veo
más cara de buitres.

Sobre todo cuando al fin
despegan de tarde,
con calmado pragmatismo
pañuelo al cuello,
apuntando al oeste
violeta y naranja,
donde asciende el humo
de Valdemingómez.

No me extraña que la gente,
ante esta situación,
haya renunciado 
a tener descendencia,
para abstraerse con denuedo
y total dedicación,
en el arte sin pretensiones
del simulacro.


miércoles, 9 de octubre de 2013

(Al verle)


Le evitaba.

Porque sin importar
el lugar de la cita,
siempre se daban
placer y daño,
y la cosa terminaba
 primero por las nubes,
después en el aire,
y al final en tierra.

A veces su cuerpo
caía por sí mismo.
Otras era necesario
tener paciencia.
Y enrollar la cuerda
atada al tobillo,
como globo unido
a otro globo grande
que regresa.

Daba igual.
Si aterrizaba suave
o tocaba
suelo de emergencia.
No podía evitar
encontrarle de nuevo,
desdeñoso irresistible fortuito.

Por eso al verle
aspiraba hondo.

Acortaba los pasos.

Levitaba.

jueves, 5 de septiembre de 2013

(Una pausa para el refrigerio antes del segundo acto)


AUDIO

Y qué hacer con este tiempo que se emboza 
y nos asalta en el camino,
esta fiesta de cuatreros porque son
cuatro gatos orondos y avaros,
este fasto al vilipendio en que somos 
invitados y a la vez responsables 
de servir el catering.

Cómo interpretar sendos papeles
en esta farsa esperpéntica 
que representamos.

Porque somos culpables de vivir 
intrépidos alpinistas 
de posibilidades,
porque hemos de limpiar los restos
de una burbuja hinchada 
con nuestro aire,
aire para que otros 
respiraran meteóricos
ascendieran otros,
y quedáramos aquí los llanos 
en plena explosión anticipada,
degradados a pagar la vajilla rota
de la que no comimos,
camareros encargados de servir
nuestra vida en bandeja y después,
fregar los cubiertos,
sacar la basura,
asumir el papel de recurso-monedero-servicio,
asentir diciendo sí 
somos libres y es justo,
no somos marionetas vivas
en esta pantomima global
que nos habéis montado.

Qué hacer con este tiempo
que se nos come.

Más que tender una mano inequívoca
a ese que no es como yo.
A ese que no soy yo pero sufre 
igual que yo y tiene hilos,
facturas,
mujer e hipoteca.
Y eso nos hace carne común
y manipulada.
Carne toqueteada y manoseada.
Carne utilizada y saqueada
y denostada y engañada.
Carne común y simple
sin nada que decir.

Por qué no unirnos en masa
de carne pútrida y honrosa.
Hacer que llegue el olor
a sus narices engoladas.
Que llegue la mierda al cuello
de su reducto en las alturas.
A los portones del paraíso en 
que viven parapetados.

Paraíso que se alimenta 
de nuestro silencio.
Que cargamos sin rechistar
a nuestras espaldas.

Tendamos una mano inequívoca.

Digamos que en una de estas
la obra se acaba y ya
no quedan asientos.

Pongamos que por ventura
salimos del menú.

Cierra el buffet.

La compañía quiebra.

Arde el teatro.




viernes, 23 de agosto de 2013

(Whats App)


AUDIO (Con irónico oportuno tono de mensaje)

Me agota este saberte discontinuo.

Esta conversación 
que se atraganta de señales,
que se entremezcla con símbolos 
para expresar lo que no
podrán las palabras.

Tanta charla a medio tiempo
y los cuerpos separados.

Tanta foto cara a cara
y las lenguas quietas,
caliente el aire grueso
el aire soplo de estática,
inmóvil sucesión de silencios
que no rompes tú
sino una máquina.

Guiño guiño,
guión paréntesis,
equis-de mayúscula,
punto y coma.

Cuándo volverá la red equidistante
- esta red amalgamada y sin huecos -
a echarte boqueando otra vez
a las puertas de mi playa.

Cuándo la presencia que es 
tu última hora a decirme
que sigues viva.

Que hay dedos tuyos detrás
y ojos tuyos besando y 
todo un cuerpo tuyo 
dedicado y pendiente,
atento a quién sabe 
qué conjuros,
lunas quizá,
acaso solamente
mundanas disciplinas.

Se me antoja espiar tu ventana
aunque sé que es bajo y fútil,
porque no usas cortinas 
y es un cuarto de alquiler,
un refugio para amantes
electromagnéticos,
una buhardilla de paso
que no resides.

Me sorprendo con el citado
artilugio en la palma,
como si fueras a estar,
puntual allí,
deslumbrante,
tangible,
esperándome.

Y no eres más que un espejismo
un anhelo creado entre horas,
un truco de magia cutre 
para matar el tiempo.

Como si no fuera a morirse 
por sí solo
el muy canalla.

Te yergues blanca y llena
en mitad del cielo cuando no
he mirado el calendario,
y sólo en el día en que vivo
consciente
declaras tu ausencia.

No sé si tu boca entreabierta
es beso de pez 
o nada más, 
soy un tupperware submarino
para tu aire necesario.

Sólo sé que si encuentras
cabida es porque hay en mí, 
creciendo con insistencia
una burbuja.
Un vacío con paredes
tapizadas de carne.

Así que antes 
de que mi vida
se haga futuro posible,
juego de azar inescrutable,
ignoto presente,
antes de que esta droga excepcional
se vuelva costumbre,
voy a silenciar el móvil 
contra la acera,
a enterrar sus restos en la ciudad
de tus profundidades.

Encenderé después la única 
neurona sana que queda,
la que guarda el pin, tu nombre y
tu número de teléfono,
para prender un cigarro y saludar 
a la primera extraña que cruce,
distraída y en persona,
por mi camino.