jueves, 2 de septiembre de 2010

(Deuda Afortunada)


Mario tú y yo lo sabíamos,
tres, dos o uno y suerte
rodando siempre a tumbos
                   y trompicones,
serpenteando traviesa entre los números
y amenazando a cada giro detenerse.
   
Ay, la suerte, Mario, esa exiliada,
que de tanto en cuanto nos acecha,
quien pudiese  hacerla patria o
segundo domicilio,
para esporádicamente residirla,
en vez de sentir
cuando abrimos su puerta
la inquietud sin documentos
                            del ocupa.
Ella, como tú, no tiene tierra
propia bajo los pies, y en los bolsillos,
sólo añoranza, todo recuerdo
y una maltrecha nación
de papel y de palabras.

Ay Mario tú, que tanto viajaste,
que el oblongo mundo viste
desde tantos ángulos,
que te pinchaste con ellos
y derramaron tu sangre,
¿qué conoces de la suerte?
¡Ay! ¡esa exaltada!
que se insinúa a la vuelta
de las esquinas
y que al torcerlas se viste
de promiscua nada.

Ay Mario yo sé
que te debo tanto,
un Himalaya nevado de
papel y de letras impagadas,
una vida nocturna de dioptrías
y ojos llorosos y
libretas emborronadas…
Y a pesar de saberme
hombre cumplidor,
en la medida en que eso
hoy ya no se estila,
esta deuda que sé,
ésta sí, afortunada,
no aspiro en esta vida
de dolores e infortunios
ni en la vida futura a
poder saldarla. 


____________________________________________________________________________________  

3 comentarios:

  1. Siempre en deuda con el Maestro, todos y siempre.

    Muy bueno!

    Besos!

    ResponderEliminar
  2. Todos debemos a Mario, cuando menos, el placer de compartir su poesía.
    Hermoso y profundo.

    ResponderEliminar
  3. Precioso poema para agradecer la grandeza de Mario. Muy bello.
    Besos

    ResponderEliminar