jueves, 14 de junio de 2012

(Sabios)



La soledad no conoce
de cuchillas y se mesa
la barba que sostiene
su mantel y su plato.
A veces las moscas,
los vecinos, los muertos,
revolotean ociosos
y le hacen compañía.

Al principio su cara
resplandeciente y límpida,
es joven y apuesta
nunca pierde el lustre,
rodeada de vidas
es como un fantasma,
nadie siente su tacto
ni sabe que existe.

Luego el pelo va creciendo
y con él la piel,
y al final de la cosecha
se aparece el surco,
y tras él los brazos,
el pecho, los pies,
y la panza oronda
de tragarse el tiempo.

Solamente al revolcarse
en las despedidas,
los cuerpos efímeros,
las noches ciegas,
va sintiéndose sola
en su introspección,
y al limpiarse el cieno
al volver a empezar,
va clareando la barba
de tanto saberse.

La soledad eminente
engulle su sopa.                                             
Manchan su camisa                                       
las gotas que caen                                          
por su recuerdo.
Todos terminaremos                                      
viviendo en su calle,
y ninguno osará
pagarle una visita,
porque sabios como somos
y nunca seremos,
circularemos igual                                         
que cuando nacimos:
increíbles y torpes,
fascinantes y humanos,
caminando a trompicones,
eminentemente solos.


1 comentario:

  1. que buen escrito como hace tiempo no leia uno... me gusto muchoo ,, te sigoo ,, echate una pasadita por mi blog soy nueva en blogger y depaso me sigues jeje
    http://dramadeunadolscente.blogspot.com/
    saludos..

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