Es el que vive en el último piso de la noche, ferviente espía callado de su vecina impúdica. Mientras decrece la ropa en la noche de su cuarto, y arrecian las sombras de la ciudad engalanando el nuestro, ella mantiene encendida la luz de su rostro, para que él goce en la curva de sus caderas blancas. No me extraña que el pobre se haya vuelto loco...
buenas palabras... buen poema
ResponderEliminarun abrazoo
el sonido del silencio
No me extraña...
ResponderEliminarUn beso.
SIL
Tu redacción, me recordó un lugar que jamás pretendo volver a pisar, o quizás sí.
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