martes, 31 de agosto de 2010

(Naufragios)


Con la puntualidad inesperada
de las estaciones llegan
a la puerta de mi casa
tus naufragios.

Cual marinero traidor
le prendes fuego a tus velas,
haces trizas las tablas
de tu cubierta,
y mientras vías de agua
asolan la nave,
tu mirada se pierde
en su camarote,
en el trance último
del capitán suicida,
que esperanzado aguarda
la llegada del bajío.

Con la angustiosa culpa
de la dolencia ignota
azotas nuestras espaldas
desde tu pozo,
rechazas con lástima
cualquier ayuda y lanzas
a nuestras caras la tierra
de esa tumba que
con tus propias
manos cavas.

En algún momento
que los tratados no nombran
como de una ilusión
resurgirás de nuevo;
poco a poco saldrás
de la espantosa cueva,
con un golpe de timón
retomarás el rumbo,
pero las huellas en torno
a la lápida rota
perdurarán en la mente
de los testigos
que observarán inquietos
cada mañana el cielo
en busca otra vez
de los antiguos signos.

Con la cierta resignación
del que conoce su suerte
espero a la puerta de
mi casa la humedad
que entumezca otra vez
mis pies descalzos.



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2 comentarios:

  1. Los naufragios son dolorosos, pero así aferrado al salvavidas, nos lo escribes maravillosamente.
    Besos

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  2. Vengo a agradecerte tu visita, y las bonitas palabras que dejaste. Y me encuentro con una poesía que me gusta
    y con un BUEN poeta.

    Seguiré viniendo y te dejo mi puerta abierta. Hasta ahorita. Muxus. Soco

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