jueves, 18 de agosto de 2011

(Rosa)



La esencia más íntima de la rosa
se adhería a las yemas de sus dedos,
supliendo a las células
que lo abandonaban,
fundiéndose a sus cadenas
de ácido ribonucleico.


Cuántos la habían olido
intentando aprehenderla,
cuántos su piel dibujado
en papel y en su mente queriendo
representarla,
poseerla.


Y entre tantos devotos y perseguidores,
se encontraba él inadvertido,
respirando aquella rosa
que le había entregado
su secreto.
Rodeándola.
Viviéndola.
Como un envoltorio de carne
que no era mortal,
sino pétalo.


Pero esa carne rosa espina
por fuera y sangre
por dentro,
no notaba en sus ansias
de hombre a mucha honra
su aliento rosado,
su pecho transgénico.


Y buscaban sus ojos
en las prístinas flores,
en ramos de fuego
y en llamas curvas,
individuales,
la belleza que su cuerpo
ya había poseído,
el placer que había anidado
en sus entrañas…


5 comentarios:

  1. Alto vuelo poetico, felicitaciones. Te sigo siempre.

    ResponderEliminar
  2. Botánicos versos los suyos, caballero.
    Un placer, como siempre, leerle!

    Un abrazo!
    ;)

    ResponderEliminar
  3. Me encantó.
    En un estilo muy diferente, me recordó el misterioso y dulce sabor de boca que te deja la lectura de este soneto:

    http://amediavoz.com/borges.htm#UNA ROSA

    Un beso grande, José.

    SIL

    ResponderEliminar
  4. => Gracias Diego, uno intenta volar siempre, pero agitar los versos no significa siempre conseguirlo. Un abrazo

    => Edurne!, cuánto tiempo! Botánico sí y también algo bucólico y lila ultimamente. Un placer siempre recibirte. Bss.

    => Me encanta ese soneto, Sil, y que aunque sea de refilón el aire de mi rosa te lo recuerde es...una pasada. Bss

    ResponderEliminar
  5. Las rosas son el silencio de los escritores

    ResponderEliminar